Josefina López, más conocida como Fina, era un muchacha de temperamento disperso cuando le obligaron en la escuela a leer a Tolstoi. Ante tal mamotreto, le pidió a una amiga que le ayudase a hacer el ejercicio obligado, y Tolstoi sufrió el destierro de un desván oscuro y siniestro, junto a otros autores de escritura oceánica como Cervantes, Joyce o Víctor Hugo. Años más tarde, siendo Fina una mujer de temperamento disperso, pero definitivamente lectora, se acordó de sus viejos condenados y los devolvió al calor de su salón de lectura, donde de vez en cuando aireaba sus páginas con la emoción del que revive una aventura. Congraciada con Tolstoi, no quiso señalar con su lápiz una frase o un párrafo especialmente reseñable, como solía hacer con otros libros, sino que encuadró todo el texto de principio a fin. Era su forma de pedirle perdón.
Deja una respuesta