Lucinio Álvarez, aficionado al libro viejo, quedó horrorizado al abrir el presente ejemplar y comprobar el tremendo estrago provocado por la termita. Horror que se transformó en perplejidad, primero, y en la certeza, más tarde, de que no debía leer el libro, pues la termita, en su voracidad, no se había dignado a probar ni una sola palabra. No iba él a ser menos.
Lectura TaVernácula: termitas en libro de Manuel Azaña
12/29/2011 por Tabernero
La termita sería voraz, dice, pero, apunto que bien podría tener su lado artífice, a tenor digo, de las simétricas alas que dieron lugar la merendola, almuerzo o desayuno. No cabe duda de que esto sí debería ser considerado hazaña o proeza.