Al crepúsculo de una de las primeras tardes de enero, al calor de una estufilla de butano estaba en la librería un niño de alrededor de seis años, que había entrado sin prisas en la tienda con sus padres, viendo con sumo cuidado y deliciosa concentración tres cuentos de la editorial Montañas de papel: El oso Juanón, El hermano lobo y Martina la lince. Tras mucho ir vacilante del uno al otro, decidió que quería los tres.
–Uno –Dijo la madre.
–¡Dos! –Dijo el niño.
–¡¡Uno!!
Abierta la puerta de la librería y a punto de salir con el oso Juanón, dijo el niño:
–Cuando lo lea, lo devuelvo y me llevo otro.
–Te estás confundiendo –le advirtió el padre–; esto no es una biblioteca, es una librería.
–Has comprado al oso Juanón, y ya es para ti para siempre –Dijo la madre.
–Pues cuando pase la crisis venimos y me compro a la lince y al lobo –Prometió el niño.
En El Rincón Escrito, los estacionarios, que así nos llama Alfonso El Sabio a los libreros, nos miramos perplejos.
–¿Has oído? –preguntó la librera– ¡Hasta la mienta el niño del oso!
–¡Ya sabe hablar de ella!… ¡Esto es un circo! –Concluyó el librero.
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