Considerado por algunos como el último escritor maldito de España, Ángel Vázquez Molina se hubiese sentido como pez en el agua en tiempos de la santa bohemia, planificando con Buscarini, Pedro Luis de Gálvez o Vargas Vila el próximo sablazo o recordando la penúltima borrachera en tabernas de mala muerte. Sin embargo, no le faltó leyenda a su intensa vida. Nacido en Tánger en 1929, Ángel Vázquez tuvo el consuelo de conocer la mítica ciudad encumbrada en las biografías de Paul Bowles (que fue su amigo), Luis Goytisolo, Tenessee Williams, los Rollings Stones, Matisse y tantos otros que se acercaron a Tánger para conocer cómo era vivir en el movimiento perpetuo y siempre sorprendente de un puerto franco.
Para Ángel Vázquez, no obstante, quedaron los recuerdos del pobre: el asombro asustado tras el mostrador de la sombrerería en la que trabajaba su madre, donde aprendió la haquetía (o yaquetía), hablada entre los judíos de origen español en el norte de Marruecos, el abandono de sus estudios por problemas económicos, los trabajos precarios, el desahucio de su casa por problemas económicos y su adicción, cómo no, al alcohol.
Y ahí estuvo la fama y el reconocimiento al alcance de la mano: en 1962 recibe el Premio Planeta por «Se enciende y se apaga una luz», un título que muy bien podría aplicarse a su propia fortuna. Después, más de lo mismo: el dinero recibido por el premio se le va en pagar deudas, fallecen su madre y su abuela, se traslada a Madrid donde duerme en pensiones baratas y donde se gasta el poco dinero que gana en tabernas de mala muerte. Sólo escribió dos novelas más, entre ellas «La vida perra de Juanita Narboni», de la que se han hecho dos versiones cinematográficas. Y el colofón final, la muerte triste y solitaria del alcohólico en 1980, prvocado por un ataque cardíaco.
Ahí queda Ángel Vázquez Molina, un olvidado al que vale la pena recordar y leer. Él mismo se encarga de dejarnos la síntesis de lo que fue su vida desarraigada, en una carta a su amigo Emilio Sanz de Soto:
«Yo también soy un corrompido. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mi mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano» (…)