Tenía Atiza en su librería, al borde de un anaquel, una docena de tabas delante de los libros, dentro de la tapa de una cajita rectangular de madera que contenía una piedra de afilar de aceite muy usada, y junto a Los cantos de Maldoror abiertos donde dice el conde de Lautreamont: “hermoso como el encuentro casual sobre la mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas”. Las tabas provenían de corderos de la provincia de Burgos; la piedra de afilar, de un antiguo carretero de San Pelayo de la Guareña, en Salamanca, que a mitad del siglo pasado también hacía ataúdes, y los Cantos de Maldoror de la editorial “La otra orilla”. Cuando Atiza explicaba el llamativo objeto a clientes curiosos, decía al terminar que allí todo ajustaba como anillo al hueso.
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Cuentos de Atiza: la otra orilla
Posted in CUENTOS DE ATIZA, tagged Cantos de Maldoror, Lautreamont, orilla on 07/31/2010| Leave a Comment »